equipo de voleibol cubano. foto: internet. |
Mirando el voleibol, hoy, porque la televisión cubana pasó un partido entre
Cuba y Japón, acabé seguro de una cosa: No es el juego rompecorazones como lo
anuncian por ahí. Ningún corazón se rompería, aunque el set esté apretado,
aunque el equipo haya llegado al tie-break, con esos narradores, desganados y
tímidos, lentos; con esos narradores extranjeros que a las cubanas llaman “americanas”
el corazón parece insensible. Ninguno se romperá, me dije, ni cuando
narren los cubanos. Y, pensando en eso, entonces, recordé a René Navarro y sus
tiempos, que eran los tiempos del voleibol. Ignoro dónde se encuentra y qué ha
sido de su vida, pero algo tengo claro: Era él el verdadero rompe corazones en ese
deporte, por temor a ser absoluto y decir: en cualquiera. Con su estilo explotaban
de entusiasmo hasta volverse puro nervio los aficionados, puro latido, puro
fervor. Otros tiempos se vivían. Y basta el recuerdo de su voz, diciendo: “chitica
por el centro… ¡tanto para Cuba!”para que me diga: Eso me suena a voleibol.
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