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lunes, noviembre 11, 2013

¿Quién es la Teresita esa?

A principios de los noventa, visité la casa de la trovadora Teresita Fernández. Me había invitado a hacerlo, después de su estancia en Holguín como jurado del Festival Nacional de la Radio. No recuerdo el año, pero si la noche de gala en el Teatro Eddy Suñol cuando, inesperadamente, cortaron el servicio eléctrico. Algunos alumbraron la pantalla con linternas y Teresita, sentada cerca de mí, dijo: "Parece La Nebulosa de Andrómeda" al ver las imágenes que se formaban. Debía ser 1993 o 1992, no sé.
Lo cierto es que aquellos comentarios que Teresita hacía por entonces revelaban a una mujer extremadamente sensible, extremadamente inteligente, sencilla, ingeniosa e suertuda. Una noche, entre las actividades para los jurados se hallaba la visita a un sitio nocturno que el Sistema Provincial de la Radio había hecho suyo. Se encontraba en los alrededores del Parque Calixto García. Allí se rifaron dos discos de la trovadora, dos discos y una torta, creo. Mucha gente adquirió el número por el valor de un peso. Teresita, por no sé qué sentimiento, compró como cinco y, al final, fue ella quien se ganó el premio. El disco lo donó a la Radio y la torta… se la llevó al hotel.
Mi contacto con ella se había producido en cuanto pisó tierra holguinera, en la Plaza de la Revolución. Pertenecía entonces al Círculo de interés de la Radio que dirigía Adolfo Víctor Mora (También, de alguna forma, Miguel Gutiérrez Guetón) y me escogieron para que entregara el ramo a la autora de Vinagrito. Yo, feliz con la selección, pero ella llegó con un catarro intenso que me transmitió inmediatamente y en mi casa se preguntaban con cierto desprecio: ¿Quién es la Teresita esa que te pegó la gripe? No me puse a explicarles que esa Teresita era la autora de música infantil más importante de Cuba  y que su gripe, de alguna manera, era una gripe deseada.
Unos meses después fui a La Habana por primera vez y, contra todo pronóstico de mi familia, quise hacerle la visita, a fin de cuentas ella me había invitado, vivía en el Cerro. ¿Qué vas a casa de la mujer que canta por la TV?, preguntó una tía. Sí, le contesté, dándole el papel con la dirección: “Bueno, coge por esa calle pa’ llá…”.
Al llegar, la casa estaba cerrada. Sólo me respondieron una manada de perros y gatos. Teresita Fernández se encontraba de visita por Brasil y no nos pudimos ver. En mitad de la calle, desilusionado yo, me puse a pensar en los pobres gatos de la trovadora, porque ella había contado una anécdota al respecto: solía recibir ayuda de los vecinos para alimentarlos y, estos, una vez, le “resolvieron” como tres cajas de pescados. “Casi se ponen fosforescentes”, contó. ¿Y quién los alimentaba mientras andaba por Brasil? No hice más que pensar en eso durante mucho tiempo.
Nunca más me encontré con Teresita, aunque sí la seguí escuchando, con oído crítico y maduro. Sus canciones son estupendas, tanto los temas infantiles como los de adultos. Le haré escuchar su música a los nietos, aunque ella no ande ya cantando de teatro en teatro, aunque no esté en este mundo, y aunque el propio infante, escéptico y curioso, me pregunte un día: Y ¿quién es la Teresita esa?

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